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5 de septiembre de 2012

Irrazabal: “Dimensiones de la militancia y participación juvenil”

(yamisiones.com) El escenario de la transformación social está hoy, en plenitud, atravesado por la participación y la militancia.

Es que el capítulo abierto en el 2003, al poner a la política como instrumento directriz, sacó al país del quietismo confiriéndole las posibilidades de un destino con inclusión y justicia social.

Fue allí donde los jóvenes irrumpen masivamente en la vida nacional, rompiendo la indiferencia, al asumir el compromiso con la Patria que venía reclamando un lugar para todos y todas.

Y es precisamente esa juventud, muchas veces estigmatizada, la que se instala en la escena política con un sentido de cambio y preocupación por la suerte del país, sumándose a un proyecto que sintetiza el pensamiento de un tiempo nuevo.
La juventud interpreta que hay un inevitable desafío del que no se puede permanecer indiferente, y asume con responsabilidad el compromiso de decir lo que siente y piensa y, en consonancia, actuar con visión transformadora, con voluntad de cambio y ofreciendo el ejemplo que, como hilo conductor, rescata de otras generaciones para mostrarnos que a la vida “hay que vivirla para otra cosa que no sea para sí mismo”.
Esa actitud hace que hoy observemos una sociedad que dejó atrás la pasividad política y que entiende que esa herramienta representa el motor que posibilita romper con historias frustrantes de manera proactiva.
Debemos reconocer –y así creemos que lo rescatará la historia- que ese fue uno de los grandes logros de la etapa abierta por Néstor Kirchner, y que hoy continúa Cristina, haber instalado en las mesas de discusión y debate a la política como instrumento transformador.
Baste mencionar que hasta su llegada a la presidencia el concepto globalizante que el fundamentalismo económico había impuesto procuraba borrar la idea de Patria que él vino a resucitar.
A partir de entonces nadie pudo poner en duda que se necesitan fuerzas sociales organizadas, conducción política con amplia base de sustentación y la acción participativa para consolidar los cambios logrados y avanzar en derechos o necesidades pendientes.
A nosotros, en actitud militante, nos corresponde volcar el máximo de los esfuerzos para integrar, en el ideario de justicia e igualdad, a todos los sectores de la vida nacional que sientan un país que cobije al conjunto de la sociedad.
Ya atravesamos la dolorosa experiencia de una sociedad carente de militancia y, por consiguiente, sabemos que esa militancia se torna imprescindible para mejorar las condiciones de inclusión y justicia social.
Sepultar el “yoismo” y dar lugar al “nosotros”, ese es el planteo y lo que define al militante en su andar reparador. Filosofía política que debemos practicar en un diálogo intergeneracional pero que, a la vez, debe ir dando paso a la renovación de cuadros y dirigentes.
Que se nos graben las palabras de Cristina: “La historia siempre necesita de alguien que tome la bandera y la lleve adelante, pero si atrás no vienen los demás, queda solo con la bandera. Es imposible construir sin lo colectivo”.
Esa consigna, lo colectivo y militante, es lo que nos impedirá despilfarrar esta oportunidad histórica: una economía con rostro humano y el capital social o ético que representa el pedestal de toda construcción social.
Y, a ese rostro del futuro, lo asegura la militancia.
Y, tomando ese concepto militante, que siempre impulsamos, he acompañado con mi firma el proyecto que otorga la posibilidad de que los jóvenes de 16 y 17 años puedan optar por emitir su compromiso socio-político y cultural a través del sufragio.
A esa edad los jóvenes con frecuencia tienen múltiples responsabilidades, desde colaborar en el mantenimiento del hogar y sus propias necesidades hasta el de ser imputables penalmente.
¿Con qué razón y argumentos podemos obstaculizar su opinión en torno a políticas y pretensiones de disponer quienes entienden deben ejercer su representación en las diversas instancias electivas?
No tenemos la bola de cristal y no sabemos cuál será el camino electoral que pueden recorrer los jóvenes. Por cierto, iremos a su encuentro.
Creo que es un error prescindir de esas voluntades creadoras que aspiran, plenamente, a involucrarse en las políticas y destino del país en una etapa en que las fronteras de derechos y participación alcanzan dimensiones donde lo colectivo y la generación de capital social se verán reforzadas con esta incorporación de nuevos derechos que se merecen los jóvenes.
Para tales inquietudes, bienvenida sea la respuesta legislativa.