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24 de mayo de 2012

Rumbo a un crecimiento armónico y a hacer historia


(elterritorio)(eEl viceintendente de El Soberbio, Juan Carlos "Jair" Pereira, señaló que van consolidándose como pueblo turístico. Esa es la meta a la que se han propuesto llegar durante su gestión


EL SOBERBIO.
“He tomado con mucho placer y responsabilidad el cargo para el que fui electo, por eso ayudé desde el primer día al intendente ordenando el pueblo, mejorando su limpieza, manteniendo los miradores, cuidando la imagen de un pueblo turístico”, expresó Juan Carlos “Jair” Pereira, vice intendente de El Soberbio.
“Vamos consolidándonos como meta, ése es el futuro, en los últimos tiempos viene creciendo mucho. Con vocación de trabajo también nos ocupamos de las colonias, para que haya crecimiento armónico y lleguemos a marcar historia, siendo un pueblo bien visto. Uno solo no puede, aunque se ocupe tiempo completo de ello” indicó el funcionario.
A su vez aclaró que “ya tenemos casi 200 consorcios regularizados, aceitados sus contactos y protagonismo. Desde el 30 de mayo haremos reuniones rotativas en todo el ámbito del municipio. Saludo a todos los habitantes de nuestro lugar, deseándoles éxitos en cada emprendimiento y proyecto, sea personal, familia, empresarial o comunitario”, finalizó.


Paisajes y aromas en una sola fiesta
Desde el viernes 18 al domingo 27 de mayo se viene desarrollando en la Parroquia Espíritu Santo el Programa de Pentecostés con la Novena y la Vigilia. Cada día fue dedicado a una institución local. El domingo 27 luego de la Santa Misa habrá almuerzo comunitario, espectáculo musical, juegos para niños, matiné bailable y sorteo de la rifa.
La citronella, de El Soberbio al país
La Fiesta Provincial de la Citronella -segunda edición- es organizada por la Comisión de Cultura, que congrega a empresarios, docentes, profesionales del medio, que ponen todo su esfuerzo para concretarla. Su presidente Claudio Marcelo Smolarczuk contó  “para realzar la celebración, este año incorporamos un Encuentro de Productores de Citronella de todas las colonias. El Soberbio es el único lugar del país donde se planta Citronella. Por eso, al margen de la fiesta que enmarcada en el día del pueblo, damos una oportunidad para que todos se encuentren a charlar sobre sus problemáticas, intercambiar experiencias, con técnicos del Inta y la comprometida asistencia del Diputado Nacional Alex Ziegler, ex Ministro misionero del Agro y la Producción,  de forma que el espacio sea realmente de provecho para nuestros productores”.
Smolarczuk, a su vez agregó, que este es un esfuerzo de la Comisión Municipal de Cultura “con la colaboración de entidades públicas y el sector privado. Logramos hacerlo con entrada gratuita”.


Historias de la patria chica
Pasa en muchos de nuestros pueblos: los notables de cierta época consensuan algún hecho trascendente para fijarlo como hito, fecha y dato fundacional y formal de la comuna, el poblado, el municipio. Y quedan atrás sólo para el anecdotario y las especulaciones muchos acontecimientos: los primeros navegantes, los mensúes llegados de Corrientes, los guaraníes que abrieron rumbos para las primeras picadas. La madera que aportó su riqueza a pueblos y ciudades florecidos allá al Sur a orillas el Uruguay. Historias de vida, pasos institucionales, sucesos significativos jamás registrados aunque tan valiosos como las fechas formales instituidas por los poderosos de turno.
El Soberbio tuvo pobladores, hacedores de tiempos pretéritos. Sin embargo, la fecha 23 de mayo de 1946 fue marcada por un hecho simbólico de peso en la frontera: el primer izamiento de la Bandera Nacional en el mástil de la Escuela Nacional 131 de Frontera, hoy número 617. Este año, cuando se celebra en todo el país el Bicentenario del primer izado de la Enseña Patria por parte de Manuel Belgrano en las costas del Paraná, aquél hito alegórico 66 años atrás recobra altura y potencia. El Soberbio se exhibe en los límites de la Nación  como el feliz resultado de migraciones múltiples -del germano brasilero al comienzo, de los argentinos extraprovincianos después, de la migración misionera reciente finalmente-. Del connubio entre empresarios, funcionarios públicos, navegantes, docentes, el destino tuvo rumbos y nació la primera Comisión de Fomento, la pionera escuela de Sergio Fenocchio, y las instituciones siguieron.
Pasaron generaciones heroicas aquí lejos de todo, huérfanos del Estado y aferrados a sus propias posibilidades, sueños y aspiraciones. Muchas veces sólo la Escuela Pública era la señal de nacionalidad en medio del monte.
Pero el hombre siempre puede. Se sucedieron apellidos, intentonas de industrias, producciones fugaces, hasta que asomó lenta y vigorosamente su señal distintiva más reciente y moderna: el turismo. Los dramas y las omisiones sepultaron jirones de vida que alimentan sólo leyendas. El asfalto, la modernidad, los curiosos en aumento, van empujando hacia los últimos jirones de la selva virgen los mitos escondidos de la prosapia guaraní.
Alto en el mástil de los soberbianos, emulando la lejana ceremonia de la escuela de Sergio Fenocchio, ondean hoy los colores argentinos que jalonaron ese 23 de mayo.
Los aires son otros: el negocio de la hospitalidad, la industria del ocio noble, la preservación de los recursos naturales, el progreso conciliador con el medio ambiente, asoman como las consignas de la hora. Su gente es consciente de ello. La clase dirigente tiene obligación de acompañar ese rumbo. La bandera argentina no fue izada en vano. El gozoso aroma de la Citronella está vigente.


El Moconá embelleció y generó consumo en toda la zona
El cumpleaños 66 del municipio sorprende a El Soberbio en momento de grandes perspectivas, dejando vislumbrar un futuro confiable para su desarrollo turístico

El Estado provincial trazó rutas que enriquecieron las potencialidades, muchos visitantes se enamoraron del lugar y lo eligieron para invertir en turismo. Y lo más trascendente: los lugareños se van reconvirtiendo haciendo germinar diversos tipos de servicios, mejorando y ampliando la oferta zonal. Al punto que hoy Moconá-El Soberbio está aproximando a 500 camas para atender visitantes. Los propios soberbianos entendieron que pueden obtener ingresos, generar trabajo, explotando los recursos naturales. Apelando a la imaginación para engrosar el mercado con nuevas opciones -el Museo de los Aromas de Carlos Yunis, la Chacra de Agua de Puerto Paraíso, el Jardín Botánico Yasi Yateré, los agroturismos, por citar algunos- para cubrir expectativas de quienes los visitan.
La juventud  se capacita dentro de las limitaciones familiares o de la acotada oferta académica regional: en el Bachillerato Nro. 38 se dicta un curso de Auxiliar de Cocina que debió rechazar aspirantes por falta de espacio; no son pocos los que se forman en las distintas vertientes del Turismo, perfeccionándose como recursos humanos y mejorando el nivel profesional para una actividad que llegó velozmente y desafía todos los sentidos.
Los propios soberbianos ganan espacios en el mercado provincial y nacional promoviendo sus atractivos, captando la demanda que hoy exige no solamente lugares bellos e incontaminados, sino también buenos, cómodos y accesibles servicios, transportes, medios de comunicación acordes con la época y, sobre todo, buena atención al visitante, cuya presencia de por sí implica el incremento de ingresos para el Estado y los inversores privados.
Tal es la relevancia del turismo hoy, que la provincia destinó mucho dinero a esa compleja trama de servicios complementarios, como ser: la estación transformadora de Emsa, la ampliación de la histórica Escuela de Frontera, el futuro aeropuerto, las pasarelas en Moconá.
Los pendientes
Ya es inconveniente improvisar, por más intuición que se tenga, especialmente si está de por medio el accionar del organismo oficial “madre”, el Municipio. La Comunidad toda vive reclamando, exigiendo, pidiendo clamorosamente que la comuna se involucre plenamente en este terreno. La ciudad crece por inercia y en desorden, faltan plazas y parques, no hay códigos de edificación y se carece de planificación urbana. La red de agua es obsoleta y además faltan proyectar cloacas.
El Soberbio ya dejó de ser solamente “El Moconá”, su principal y ponderable atractivo natural -con características únicas en el mundo-. El deporte-aventura, las actividades náuticas, el  turismo científico, educativo y cultural aparecen hoy como nuevas seducciones que le dan un ropaje absolutamente distintivo de Iguazú o San Ignacio. Mario Pereira -un actor como tantos otros del rubro- recibe periódicamente visitas y consultas de organizaciones nacionales e internacionales interesadas en esos temas.
El futuro del sector depende de una serie de factores económicos, políticos, sociales e institucionales. Y, principalmente, de saber proteger el recurso natural y la buena imagen que precisamente constituyen los fundamentos del negocio a escala internacional.
Las reglas de juego son claras en este rubro sumamente competitivo. Para sacar mejor provecho de ello, estaría bueno que todos los sectores se involucren y comprometan efectivamente.


Historia de vida
De víboras y esencias

Con 79 años a cuestas y un contagioso entusiasmo por la vida y el trabajo, Theobaldo Glier también le puso su sello personal a la historia de este lugar. Pasó con su familia a la Argentina el 15 de marzo de 1948, aunque sus padres luego volvieron al Brasil. “Vinimos porque este país garantizaba a todo el mundo la posibilidad de vivir bien, papá vino a montar un aserradero en Barra de Pucha Para Tras, bien sobre las barrancas del Uruguay, una parcela de monte virgen de donde se pudo extraer mucha madera. En balsas y en jangadas se transportaban hacia el Sur los tablones aserrados, trabajábamos en familia”, inició su relato Don Theobaldo. Y continuó “los tigres visitaban nuestro patio de noche, como teníamos muchos chanchos sueltos ellos se hacían su fiesta. Eso sí, abundaban las víboras, cada día matábamos 4 ó 5, eran comunes las urutú y las yararás. Teníamos un rollicero llamado Sebastián Brun que se friccionaba con ajo los pies para espantar esos reptiles. Yo arrastraba rollizos con 3 yuntas de bueyes”.
Al recordar el trabajo, señaló que “éramos contratistas de la firma Monteagudo SA, ellos medían la madera en la planchada o en el barco y pagaban un porcentaje. Eran abundantes los guatambú, cedro, lapacho, cañafístola, incienso, y grapia”.
Al abrirse una sucesión en las propiedades que trabajó, Don Theobaldo tuvo que mudarse a la Comuna, en Barra do Buricá. En Chafaríz y Sarandí fue gran productor de Citronella. Y, pensando en sus hijos, se unió a sus vecinos Santiago Silva, Martinelli y demás lugareños para construir la Escuela de Sarandí, sobre terreno donado por los Ongay. Vivió de las esencias y del tabaco. Hoy, alterna sus paseos entre Argentina y Brasil. Un ciudadano fronterizo con todas las de su Ley.


Semillas
"Mami, ¡hay olor a El Soberbio!". Las palabras de mi hija de seis años me conmovieron. En el patio de la casa en la ciudad de Posadas rememoró, por algunos segundos, mientras yo cortaba el pasto, la chacra de la abuela donde pasa las vacaciones. De la misma forma que lo hago yo, recordó ese hermoso rincón y se llenó de alegría.
Lo que soy -una persona dichosa-, se lo debo a El Soberbio. La infancia me acompaña, está siempre presente. Tuve la suerte de crecer "en el monte",  de estar en contacto permanente con la tierra colorada, de disfrutar de las vertientes que brotaban cerca de la casa de madera apenas terminaba una "lluviarada" y del silencio de la noche que reinaba en un tiempo donde la energía eléctrica no figuraba ni en los sueños de los "más adelantados" de la colonia.
Entonces, la cocina a leña y el "mate a la tardecita" reunían a la familia en la cocina, con el saludable espacio para el diálogo.  En la escuela, mantener limpio el establecimiento y producir verduras y hortalizas para el comedor formaban parte de una currícula educativa que se asimilaba con alegría.  Para los grandes, una "caipirinha", "os baralhos"  (las cartas) en la casa del vecino un sábado a la noche, el "baile en el salón del 13", armar una cooperadora para levantar un salón comunitario,  y el fútbol "en la cancha del kilómetro 18" eran las actividades convocantes del fin de semana. Ir a la "cooperativa", al almacén (donde el azúcar y la harina ¡se compraban sueltas! O sea, de gramo en gramo!), "pasar el puerto" para comprar en Porto Soberbo o ir al Hospital de Tres Pasos, Brasil, también eran parte de la dinámica en la colonia.  
No había abundancia de bienes materiales, pero no recuerdo un lamento al respecto. En mi memoria, la imagen de hombres y mujeres de trabajo y proyectos de mejoras, y el ejemplo de sueños alcanzados.
Dicen los que saben que la denominación del lugar surge por una frase de una de las primeras personas en llegar a la desembocadura del arroyo Guarambocá en el río Uruguay... "¡qué soberbio lugar!".
Y no en vano nuestro lugar tiene el nombre que tiene. "Soberbio", en su connotación positiva, es sinónimo de "óptimo" (entre otras cosas). A 66 años de su fundación, hoy el escenario mezcla rasgos singulares de aquellos años (como el monte, arroyos cristalinos, los colonos, aborígenes…) y plantea el desafío de conservar lo que nos da sustento sin frenar el desarrollo social y económico.
En el 66 aniversario de El Soberbio, el homenaje a quienes dieron (los jangaderos, los colonos inmigrantes… los primeros en el "pueblo") y dan identidad a este lugar conocido por sus serranías con citronella y los alambiques, por el perfume de las plantas y de la tierra fértil que aún perduran, por el arroyo homónimo (y tantos otros!) y los Saltos del Moconá.
En el 66 aniversario, el homenaje a quienes suman, cualquiera sea el lugar que ocupen, al crecimiento -social, económico e institucional- del  municipio, a quienes renuevan ese compromiso aun cuando "se hace difícil el andar" y a quienes celebran sin perder de vista que hay que construir conservando valores y respetando a la naturaleza.
En el 66 aniversario, el deseo de que tanta belleza no perdure sólo en la memoria de quienes tuvimos y tenemos la suerte de disfrutarla. El deseo de que se multipliquen los gestos honorables, altruistas. Buenas semillas para los niños de hoy y de mañana, los hombres y mujeres del futuro de El Soberbio.

Por Cristina Besold

Voluntades de otros tiempos 
Así recordó los inicios de la comuna Alfonso Argañaráz, exconcejal e intendente de la localidad, cuando el 9 de abril de 1961 asumieron las primeras autoridades constitucionales

Se dirá 'eran otros tiempos', y sí. Pero también había otra actitud del ciudadano hacia sus compoblanos. El compromiso político tenía consigo una alta significación social. Por eso, José Antonio Reartes (exoficial de Gendarmería Nacional) Alfonso Argañaráz (suboficial retirado de Gendarmería), Aparicio Víctor Calvo (exjuez de Paz de Monteagudo y El Soberbio), Juan Augusto Reinher (agricultor y empresario) y Otto Degener (comerciante) sencillamente renunciaron a sus dietas para donarlos al erario comunal permitiendo de esta forma que la Comuna contara con los primeros fondos en sus arcas.

Edificio municipal
“Comenzamos la labor en una humilde casita de madera de 4 x 4 en el patio de la vivienda actual de doña Normelia Vincenti. Al carecer de muebles la Comisión de Fomento, encargamos al vecino y amigo Teodoro Pittas la fabricación de una mesa y cuatro sillas de madera. Para el resguardo de la documentación obtuvimos prestado de Gendarmería Nacional un cofre de chapa. Simultáneamente comenzamos a acopiar el material necesario para construir el edificio municipal. Toda la madera fue donada por los hermanos Vincenti, propietarios de un aserradero del Paraje Paraíso. Ellos mismos (Tito, Luis, Pedro y Leonardo) construyeron una balsa de madera, remolcándola con lanchas de su propiedad desde Paraíso hasta Puerto El Soberbio. Reconocidos vecinos carpinteros (Teodoro Pittas y Conrado Besold) donaron odas las aberturas para el edificio”, recordó Alfonso Argañaráz, exconcejal y exintendente.
Por ese tiempo, existía en el pueblo y en las colonias una “voluntad cívica impresionante, las colaboraciones surgían espontáneamente”, aseguró. “Al carecer de caminos vecinales fuimos diseñando una red, atendiendo los rumbos más utilizados, Vialidad Provincial nos facilitó una motoniveladora. Así unimos al pueblo con Barreriño, el acceso a Monteagudo, llegamos a Barra Larangeira. En el corto tiempo que nos tocó administrar el municipio (hasta julio de 1962) también construimos una Plaza. Tras cuatro  meses de arduo trabajo inauguramos la plaza General José de San Martín el 17 de agosto, con la presencia de un oficial y dos soldados Granaderos de Caballo”, recordó sonriente Argañaráz.
“Lamentablemente la caída del gobierno de Arturo Frondizi sepultó la incipiente democracia y truncó a nivel local muchos ambiciosos proyectos pergeñados con los vecinos. Es bueno recordar estas cosas, porque la política se entendía como un deber ciudadano intransferible y se la ejercía con participación de todos”, subrayó el hombre.


Tierra benévola para gente de sueños profundos
El apellido Besold está presente en la zona  en diferentes sectores y oficios. Herbert y Bruno son parte de aquella dinastía e hicieron honor a sus oficios: agricultor uno, y carpintero el otro. Sus antecesores llegaron de Stuttgart al sur brasilero “porque en Alemania ya no había lugar para trabajar”.
Los colonizadores de El Soberbio (Henn y Ongay) buscaban gente “para venir a la Argentina mediante seductoras campañas publicitarias. Primero vino Jorge, padre de Rosita, Sigfrido y Babeth. Luego vino Conrado -nuestro papá- en 1949 con 40 años de edad, con siete hijos. Junto a nuestra mamá, Ana Hagel, eran agricultores, pero papá también carpintero”, recordaron.
Herbert (82) vino detrás de sus padres después de cumplir con el servicio militar en Cuareim, frontera con Uruguay. Bruno había venido con sus padres con tres añitos. Herbert se dedicó principalmente a la agricultura “la mejor época cuando producíamos menta en los años 64/65, pero también trabajé en el aserradero de Enrique Hesselmann, en la desembocadura del arroyo El Soberbio. Hambre nunca pasamos, sin dudas acá nos fue mejor que en el Brasil” explicó.
Bruno tampoco se queja a la hora del balance. Tiene su “carpintería de colono” a la vera de la Ruta 213 donde pronto cumplirá dos décadas de producir muebles y aberturas de todo tipo; que viajaron a todo el país, requeridos por su generosa calidad y terminación.

Memorias compartidas
Ambos evocan sobrehumanas epopeyas familiares. “Papá aserraba los rollos en lo de Hesselmann y los transportaba largo trecho en carro de buey hasta su carpintería para transformarlos en los primeros muebles de la colonia. En 1952 hizo un largo viaje a Dos de Mayo para entregar 4 mil kilos de tabaco en un camioncito de época; le llevó ocho días ir y volver. Tuvo que llevar hacha, tronceadora, pala, pico, colchón. Donde se empantanaba el camión había que quedarse a acondicionar el camino, un tercio de la carrocería del vehículo se utilizaba sólo para las herramientas de auxilio”, rememoraron.
Sin embargo, los hermanos Besold se emocionan alegremente al describir otros colores de la vida pasada. “Nuestros padres eran de poco salir, ¿adónde iban a irse?, papá se entretenía tocando violín mientras la abuela cantaba en alemán. Ella fue obrera en la fábrica de lápices Faber en Alemania. Cerveza con pan casero era merienda preferida. Los chicos cantábamos con la abuela los domingos de mañana y de nochecita, mientras corría el mate. La abuela fue modista, los sábados de tarde él se ponía su camisa blanca impecable, cuello y puños almidonados, pantalón azul. Vestido de etiqueta, se colocaba en el pecho una hermosa medalla ganada en el cuartel. No salía a ningún lado, sólo se daba esos momentos de vanidad y gloria personal en casa. Un día descubrió en el pecho de la camisa un pequeño doblez del planchado, se la sacó y arrugándola toda le tiró en la cara a su vieja. Si no sabés planchar no toques esta ropa, gritó. La abuela tomó la tijera, cortó las mangas y le devolvió en la cara su camisa despedazada. Ella volvió a juntar los pedazos, dobló y guardó en el fondo del baúl y nunca más se volvió a tocarla", recordaron con una sonrisa nostálgica en sus rostros.


 “Nunca se me ocurrió irme de acá”

"Somos 5 hermanos en total, todos brasileños menos yo, la menor. Mis padres llegados del Brasil se instalaron en el paraje La Carrería, en el Km. 5 por el viejo camino que pasaba frente a los depósitos de la Cooperativa Agrícola de Oberá, yendo al arroyo El Plata. Papá trabajaba la chacra y mamá cocinaba para los obrajeros, quienes abrían caminos monte adentro para sacar madera. Más adelante nos mudamos al Km 8, donde había muchos pobladores. En alborotados contingentes íbamos a pie a la escuela. Crecimos allí, teníamos almacén. Mamá Luisa Solís era de San Javier y papá Carlos de Porto Lucena. Vinieron a El Soberbio en 1948, y cuando se mudaron al pueblo mamá volvió a su oficio de modista. Viviendo en el 8 conocí a Hugo Henn con quien me casé y tuve 3 hijos” comienza recordando su infancia en la localidad la concejal María Neusa Niesche.
“Nunca viví afuera y nunca se me ocurrió alejarme de este lugar, es mi encantador lugar de vivir. Pese a que le faltan tantas cosas es donde me crie, formé familia, mi trabajo. No se me pasa por la cabeza irme de acá. Un pueblo chico en un privilegiado rincón sobre el Uruguay, la Ruta 2 le puso un valor a nuestros paisajes, si tuviera oportunidad la haría mucho más linda” agregó.
"Hoy reconozco el progreso y además el comercio creció mucho. En el Concejo Deliberante somos sólo dos mujeres, un lugar relevante, muchos vecinos me presentan inquietudes. Estoy limitada por mi actividad privada pero hago lo que puedo, aunque nunca me metí en política acepté para hacer algo por mi pueblo. Las urgencias son el agua potable, más iluminación, embellecer el pueblo, y mejorar los espacios verdes”.


“Soy un fanático de este lugar”
Busqué venir acá porque no me gusta la ciudad, tanta gente ni los ruidos urbanos.
Me recibí en 1972 en la Universidad Católica de Córdoba y cuando busqué destinos del interior distante, hallé 3 opciones: Barranqueras en Chaco, Capioví y El Soberbio en Misiones. Vine en un Fiat 600, aquí me quedé. Atravesando privaciones, superando todo tipo de contratiempos: no había luz, teléfono, radio, ni agua potable, sólo tres cuadras de empedrado. Acumulo 38 años. Ocupé importantes cargos provinciales y municipales, intervine en política, pero fundamentalmente en mi profesión de médico.
Anoto, entre nuestras carencias sociales, la falta de lógica como característica de la población, estamos creciendo de una manera insospechada para nosotros los antiguos, pero creciendo en desorden y eso no es bueno.
Pero soy un fanático de este lugar, me gusta el monte, el río, el clima, aquí tengo libertad sin ataduras de ningún tipo y la Vida y El Soberbio me dieron más que lo que merezco y de lo que necesito, debo ser honesto. Soy agradecido, me sobra trabajo y salud. Hago lo que me gusta, cumplo con mis obligaciones. Tal vez nos falte una inyección de gente culta para revertir muchas cosas. Es positiva la llegada de gente de afuera. Hoy las cosas se transmiten de otra forma: con tecnologías sorprendentes; unos las usan para que mejoremos, otros para perder las relaciones humanas. Debe haber un límite para ello. Cuando vine, acá les pasábamos culturalmente por arriba a los brasileños, pero en pocos años se ha dado vuelta totalmente la situación. Con la misma calidad de población. No supimos copiar de los vecinos sus mejores experiencias.
A pesar de esto que marco, me gusta y amo el lugar. Donde están mi familia y mis amistades. Cierto, ya empieza a haber más barullo que antes. Va siendo ciudad…me voy a hacer intendente de Puerto Paraíso… allá aún impera la tranquilidad…


Omar Ochart,Médico 

Ligada a la cocina por vocación y herencia familiar
La chef Carla Tamara Hesselmann se dedica al arte culinario en la bella comunidad, pasión que la aprendió desde la cuna, y la perfeccionó para dedicarse a ello

“En casa, todos cocinamos. Hasta papá. Y bien. Yo elegí por vocación y me perfeccioné en el Iset de Posadas, especializándome en arte culinario y cheff. Es una experiencia apasionante porque accedemos al abc de la cocina y con esos conocimientos cada cual puede empezar a experimentar su propio recetario”, señaló la experta en sabores, Carla Hesselmann.
“En mi familia venimos hablando de un tiempo a esta parte de trabajar en el turismo, papá trae consigo una tradición industrial maderera. Pero somos conscientes que el árbol es un bien que terminará pronto. Por eso estamos construyendo un futuro comedor, sobre la Ruta Provincial 2 camino al Moconá”, añadió.
“Estoy contenta y a la vez agradecida por la confianza familiar. Es un desafío interesante que me anima y me pone alerta para ir experimentando sabores, gustos, innovaciones en la gastronomía. Porque tengo que estar preparada para atender las diferentes exigencias del variado público que comienza a llegar a El Soberbio” finalizó.


Apuestas jóvenes
Volver a El Soberbio después de especializarse en los rubros que definen el perfil turístico, es la regla de estos tiempos. Victoria Broemser (24) egresó Especialista en Artes Culinarias cheff del Iset y ahora administra con el tío Ariel uno de los puntos clásicos de la noche y el "beber y comer" local, Beyco en la estratégica Costanera.
"Me inserto en la herencia familiar: mis abuelos Aurora Masoneves y Onofre Broemser trabajaron largos años a la vera del río como comerciantes y algo de comidas. Hoy, se ocupan del hotel Los Abuelos, emprendimiento familiar. Mis padres Cristina y Hugo abrieron Beyco hace 17 años, ahora me pasaron la posta y me ocupo con gusto. Si bien el turismo es la novedad en crecimiento, los viajantes, compradores brasileros y la clientela local también nos prefieren. Heredé una carta muy variada, hacemos comida de olla sin descuidar toques brasileros como la "galinhada", feijoada, y para los paladares de los turistas surubí. Por mencionar algunos platos de los muchos que vamos incorporando, y todo acompañado de postres típicamente misioneros". Beyco acaba de habilitar un sector para restaurante y continúa innovando en su incomparable lugar.