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22 de junio de 2012

DE LA CRITICA AL COMPROMISO... UNA REFLEXIÓN PRODUCTO DEL HARTAZGO

De la crítica al compromiso: el trecho más largo
(por Mónica Santos)

Cada vez que vivimos alguna situación crítica en el país o en la provincia, o incluso sin crisis políticas de por medio, escucho las mismas opiniones: está todo podrido, los políticos son una mierda, hay que rajarlos a todos, soy del 48% que alimenta al 52% que cobra planes, son todos chorros, así no se puede vivir.
Cientos, miles de argentinos nos cargamos el discurso de la crítica permanente y así andamos por la vida: quejosos, inconformes, llorones, culpando a los pobres por el gobierno al que nos someten, esperando el milagro de la aparición del gobernante perfecto mandado del cielo para que nos dirija hacia ell destino de grandeza que por derecho nos corresponde, o justificando lo injustificable cuando decimos “yo los voté pero ya no los voto más, y qué querés, si del otro lado tampoco hay nada”, o la peor y más hipócrita "yo no los voté".

Esos mismos quejosos llorones inconformistas también suelen decir: “yo no voto porque todos son iguales, no me interesa la política”; "no se a quién voy a votar, meto cualquiera en el sobre" o "voy porque es obligatorio, pero voto en blanco". O peor: “el pobrerío no debería votar porque van por el chori y la coca”.
Los quejosos profesionales (muchos de los cuales en serio tienen títulos universitarios) también adicionan al discurso la crítica feroz hacia quien se “mete en política” como quien se metiera a una secta satánica. “Fulano se metió en política, qué lástima”, acusan, como si el compromiso asumido por un ciudadano fuera equivalente a una traición a la patria.

Y finalmente, ese mismo grupo de quejosos permanentes, que tienen instrucción y pan en la mesa (que se lo ganan con trabajo, hay que reconocerlo) justifican su nulo compromiso con la construcción de una alternativa: “noooo, imposible, no puedo ir, estoy re ocupado, ando a mil, te agradezco la invitación pero no puedo, te deseo suerte che”, dicen de la boca para afuera. "Mirá si voy a perder tiempo en esas boludeces", piensan.

Me animo a desafiar a los quejosos: hagamos una construcción nueva, propongamos cambios, aceptemos el desafío de participar, pongamos la cara y el lomo. Arriesguémonos a la compulsa social, a la crítica. Hagámonos un tiempito para esa participación, no importa en qué partido, o si preferimos, en una ONG. Formémonos como dirigentes para que nuestros hijos vean en nosotros esa esperanza que todo el mundo dice que se perdió. Estudiemos, estudiemos puntualmente la historia argentina. Hagamos consistentes nuestros relatos y nuestras opiniones, aportemos datos, fuentes, razonabilidad, contexto. Pensemos. Actuemos.

Se preguntaba Arturo Jauretche si los argentinos somos zonzos. "¿Los argentinos somos zonzos...?. Las zonceras que voy a tratar consisten en principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia -y en dosis para adultos con la apariencia de axiomas, para impedimos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido... A medida que usted vaya leyendo algunas, se irá sorprendiendo, como yo oportunamente, de haberlas oído, y hasta repetido, innumerables veces, sin reflexionar sobre ellas y, lo que es peor, pensando desde ellas." Esto decía en 1966 para explicar fenómenos que se dan casi en exclusiva en nuestro país y que se repiten como modelos impuestos, particularmente para el medio pelo argentino. Ojalá seamos capaces de romper el maleficio y de empezar a entender que solo el compromiso y la construcción de alternativas pueden cambiar algo, y que en esto, tenemos que estar adentro. Están todos invitados. Bon apetit!!!