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16 de febrero de 2014

Un camión lo arrastró 40 kilómetros y vivió para contarlo

La increíble historia sucedió cerca de Santo Tomé, el jueves de madrugada • Juan Rodríguez (30) iba en moto y fue “tragado” por el vehículo de carga, pero se aferró a unos hierros y se salvó • “Volví a nacer”, aseguró •
SANTO TOMÉ, Corrientes (Especial). La realidad siempre supera a la ficción. Y en este caso, con creces. Ni la más fantasiosa mente hollywoodense podría haber imaginado lo que vivió un motociclista que luego de ser embestido por un camión viajó más de cuarenta kilómetros aferrado al acoplado del pesado vehículo, a centímetros del asfalto y a más de ochenta kilómetros por hora.
La escena parece extraída de una película, pero sucedió. Y el protagonista vive para contarlo. Se llama Juan Rodríguez (30) y es de Santo Tomé, al norte de Corrientes y a 155 kilómetros de Posadas, donde todo sucedió, según él mismo le contó en exclusiva a PRIMERA EDICIÓN en diálogo telefónico.
Rodríguez habló con este medio mientras se recupera en el Hospital de Santo Tomé. Sufrió graves quemaduras en casi todo el cuerpo producto del roce con el asfalto a alta velocidad y un corte en la cabeza que le dejó una sutura de ocho puntos. Pero está vivo, ante la incredulidad de su mujer, familiares, amigos, vecinos, médicos y autoridades. Nadie puede creer lo que sucedió.
La increíble historia comenzó alrededor de las 5.30 del último jueves en una casa del Paraje Cuay Chico, cerca de Santo Tomé. Rodríguez en realidad es oriundo de esa ciudad, pero pasa la mayor parte de su tiempo en el campo, donde se dedica a la cría de animales.
Como todas las madrugadas, el hombre se montó a su motocicleta Keller de 150 cilindradas y aceleró por los caminos vecinales hasta la ruta nacional 14. El recorrido, de unos seis kilómetros hasta la estancia en la que trabaja, era parte de su rutina. Sin embargo, ese día todo cambió.
Rodríguez tomó la vía nacional y circulaba a unos ochenta kilómetros cuando observó que desde atrás se le acercaba un camión que llevaba un container en el “semi”. Pensó que el pesado vehículo iba a pasarlo por la vía izquierda, pero eso no sucedió y el rodado literalmente “se lo tragó”.
“Vi que venía el camión y supuse que me iba a pasar, pero directamente me chocó de atrás”, recuerda Juan sobre la tremenda colisión. Entonces sobrevino el milagro. Lo insólito. Lo increíble.
A raíz del choque la motocicleta de Rodríguez voló hacia la banquina, pero el hombre no siguió el mismo destino: pasó por debajo de la cabina del camión sin que lo toquen las ruedas y a la altura del acoplado logró aferrarse y evitar que los ejes traseros lo trituren.
“Me alcancé a prender por algo, no sé si era un hierro o un cable. No lo recuerdo. Sólo sé que quería treparme. Me agarré con una mano, mientras con los pies pateaba los hierros para sujetarme y con la otra mano buscaba donde aferrarme. Ahí fue donde pegué con el asfalto y me pelé todo”, cuenta sobre esos segundos trascendentales.
Rodríguez logró asegurarse a la parte inferior del acoplado. Tenía la espalda, el abdomen y los brazos en carne viva, como se puede observar en la imagen que acompaña este artículo. Pero esa había sido solamente la primera parte de la pesadilla.
“Cuando me prendí dije ‘no me largo más’, porque adonde me soltaba estaba seguro que las ruedas me pisaban o me pegaba con algún hierro de ahí abajo”, contó Juan, quien en ese momento tenía sus esperanzas puestas en algún control rutero. Pero el destino no lo ayudó y así, a centímetros del asfalto y a más de ochenta kilómetros por hora viajó cerca de cuarenta kilómetros por la ruta nacional 14. Toda una odisea.
Consultado por PRIMERA EDICIÓN, Juan contó que ese trayecto “habrá durado poco más de media hora” y reveló que, como buen correntino, “no dejaba de pedirle a la Virgen y al Gauchito Gil que me dieran fuerzas para no desprenderme”.

Cara a cara con el camionero
Mientras tanto, sin imaginar lo que sucedía, el camionero oriundo de Misiones continuó conduciendo. Lo hizo por cerca de cuarenta kilómetros hasta una gasolinera emplazada sobre uno de los accesos a Santo Tomé. Recién cuando se detuvo descubrió lo que sucedía.
“Cuando el camión paró en la estación de servicios, yo agarré y salí de abajo. Ahí el camionero me dijo ‘¡Eh! ¿Qué te pasó, compañero?’ Y yo le dije que me había chocado, pero él no lo creía y me decía que no podía ser. Ahí yo le conté lo que había pasado y dijo que no me había visto. ‘Pero yo no te vi’, me dijo”, recordó Rodríguez.
Tenía la piel hecha añicos y lesiones por todo el cuerpo, pero eso no fue un obstáculo para que le pidiera al camionero que lo lleve hasta la estancia, donde acomodó los animales. Recién después fue hasta el Hospital de Santo Tomé, en el auto de un amigo.
“Cuando llegué acá ya casi no podía respirar, me dolía el pecho. Los médicos no podían creerlo. Nadie me creía. Hasta ahora sigue llegando gente conocida que no puede creer lo que pasó. Me dicen que es una cosa de locos. Y que volví a nacer”, aseguró Juan en la tarde de ayer, mientras se recupera de las lesiones que sufrió en distintas partes del cuerpo y del corte en la cabeza. “Estoy todo contracturado, me duelen todos los músculos”, se quejó, como si eso fuera lo peor.
Rodríguez dijo que todavía no pudo hacer la denuncia y que está esperando para recuperarse e ir a la comisaría. “Sé que el que hizo una exposición fue el camionero”, aseguró. Parece que ni la Policía le creyó al conductor, aunque las heridas de Juan hablan por sí solas: es creer o reventar.
 


La fe en el “Gauchito”

Al ser consultado sobre lo que le pasó por la cabeza durante esos treinta minutos que duró la odisea, Rodríguez aseguró que “no dejaba de pedirle a la Virgen y al Gauchito Gil que me dieran fuerzas para no desprenderme”.
Una vez que el camión se detuvo en una gasolinera de Santo Tomé, Juan emergió de debajo del camión y fue directamente al conductor del vehículo de carga, pero el hombre no podía creer lo que había pasado.
Preocupado por los animales que debía cuidar, Rodríguez asegura que entonces le pidió que lo llevara hasta la estancia en la que trabaja. Recién alrededor de las 7, cuando cumplió con sus primeras obligaciones, le pidió a un conocido que lo llevara hasta el Hospital de Santo Tomé. Cuenta que llegó casi sin poder respirar, con un profundo dolor en el pecho.