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3 de febrero de 2014

Chafariz, el pueblo fantasma que renace todos los veranos

(territoriodigital.com) Cada año la isla recibe a miles de turistas de Brasil, Buenos Aires y otros puntos del país. Está ubicada a orillas del río Uruguay, en donde viven apenas 15 familias. El alquiler de una casa cuesta entre 100 y 200 pesos por día.
Igual que el paisaje que inspiró al escritor misionero Horacio Quiroga, la isla de Chafariz es un lugar escondido en medio de la selva. Un sitio al que no es fácil llegar, pero que vale la pena intentarlo. Allí, el azul del cielo se pierde entre el verde de la naturaleza y cada mañana los rayos del sol iluminan las quince casitas, ubicadas a 50 kilómetros de la localidad de San Vicente, sobre el río Uruguay.
El mágico Chafariz forma parte de la jurisdicción de Colonia Aurora  y comenzó a habitarse hace 25 años atrás, cuando el monte estaba en silencio. Sin embargo, hoy la isla, en cada temporada de verano, vuelve a renacer con la visita de miles de turistas que llegan a la zona. Vienen desde Brasil, Buenos Aires y otros puntos del país.
El pintoresco pueblo lleva el nombre de un arroyo, que se inicia en Brasil y desemboca en Argentina, siendo divididos ambos países por 500 metros de distancia. Según explicaron pobladores, Chafariz significa puente de agua, la unión de dos pueblos más allá de las separaciones geográficas. Para quienes quieran cruzar el río hay dos botes habilitados por la Prefectura argentina que cobra 30 pesos por pasajero, mientras que alquilar una casa cuesta 100 pesos por día.

Las quince familiasCon pocos habitantes, la isla reúne un total de quince familias pero solamente una de ellas permanece todo el año en el lugar, donde la mayoría de las casas son construidas para reposar durante el fin de semana o en vacaciones de verano. Y también, ser alquiladas a turistas que buscan tranquilad. Por eso, un espacio en Chafariz requiere una inversión de 100 mil pesos.
A partir de diciembre hasta principios de marzo, en esta tierra renace la batucada. La música y la alegría. Nadar, pescar, tomar sol, esquiar, bailar o jugar naipes son tan solo algunas de las actividades.
“Muchos turistas traen carne y tiran en la parrilla, nosotros no les cobramos nada porque nuestra ganancia está en la bebida. La única entrada de dinero que tenemos es el negocio, estamos solos durante todo el año, pero en verano Chafariz tiene muchas visitas. Desde hace cinco años vemos que están viniendo más gente de Buenos Aires, Posadas y Brasil”, sostuvo Basana Geneti (48), nacida en 3 de Mayo, Brasil, pero que desde los 8 años vive en Argentina. Este año cumple 15 años desde que decidió vivir en la costa del Uruguay.
Botes estacionados sobre la costa, mesas de camping, un joven barriendo con una clásica escoba hecha de hojas y rama, y la melodía de los pájaros susurra, formaron parte de la primera percepción, que hizo fácil imaginar cómo sería todo al caer el sol. El cielo, las estrellas y la luna. Ésta reflejando el fantástico río Uruguay. Y así, la paz.
Aunque, la vista panorámica sea impactante aún el sitio no está siendo explotado turísticamente. En la costa argentina solamente hay dos locales de comidas y en una de ellas, la propietaria presta la parrilla para hacer un asado y también cocinar comidas típicas de la zona.

Memorias de los fundadores
El matrimonio de Víctor Werfel y Angélica Brent, ambos oriundos de San Vicente  compraron las tierras hace 20 años atrás cuando el monte se imponía ante la llegada de humanos.
“Cuando vinimos por primera vez le dije a mi marido 'no vamos a venir a vivir acá, en el monte, por qué compraste ese terreno'. Era una zona muy solitaria y apenas podíamos entrar. No había luz y tampoco teníamos vecinos, pero ahora mirá el hermoso paisaje que tenemos, nosotros ni imaginábamos que iba a ser así”, relató contenta Angélica. En ese instante, Víctor recordó que fue un amigo de El Soberbio, quien le ofreció un pedazo de tierra frente a la isla.
“Era un domingo lluvioso y para ver el terreno tuvimos que hacer 1.000 metros hacia dentro del monte, llegamos y vimos que solamente habían árboles, muchos árboles, bajamos a la costa, subimos a un bote y luego regresamos al automóvil, ahí presentí que el lugar no iba a ser agradable para mi esposa, pero el negocio ya lo había hecho”, contó Víctor sonriente, al ser testigo del paso del tiempo y ver las modificaciones del terreno.
Actualmente, ambos visitan la isla una vez al mes para limpiar y ver el estado de la propiedad. Según manifestaron, muchos turistas pasaron Navidad y Año Nuevo en la isla. “Nosotros, les habíamos alquilado la pieza a 100 pesos, pero ahora vamos aumentar a 200 pesos. Hay mucha gente de Brasil que viene, pero falta más promoción y también infraestructura”. 
Además, resaltó que en la zona falta un espacio para el estacionamiento de automóviles, “el intendente dejó que cada uno haga su casa como pueda, pero debería apostar a este sitio, que es hermoso, pero que tiene muchas cosas por mejorar” y agregó que reciben la visita de muchos brasileros “y turistas de afuera, que llegan con el mate “por la vista que tenemos. Los concejales tienen que declararlo como zona turística”, enfatizó Werfel. Los amigos Antonio Eloit, Joel y Bomier Vilkelman son turistas de Brasil, y visitan la Argentina. Los simpáticos visitantes, en soledad con la isla, olvidan la rutina diaria, se relajan y ríen al recordar anécdotas.

La Fiesta del Navegante
Ayer se celebró en la isla de Chafariz, sobre la costa del Brasil, la Fiesta del Navegante, con la procesión de 20 lanchas y botes, que acompañadas de cantos y plegarias, circularon por enfrente de la isla para pedir a las fuerzas del cielo la bendición y protección a marineros y visitantes.
“Todos los años los brasileros cantan con batucadas y flores un canto a la virgen de los navegantes, es un día sagrado en el pueblo. Es un ritual católico, que reúne la presencia de mucha gente”, contó Armino Lange, que hace 20 años es presidente de la Asociación Moradores y Amigos de la isla de Chafariz.
Por su parte, Fleck Bartholdy, encargada de organizar la procesión explicó: “La virgen es la protectora de los navegantes, es una costumbre de la zona pedir su bendición y que los participantes de la ceremonia hagan promesas”. La imagen de la virgen fue instalada en la costa Brasilera, a raíz que un antiguo poblador “había prometido que si se curaba de una enfermedad terminal iba traer la imagen a la isla y así fue… Se curó y un día llegó con la virgencita”, detalló Bartholdy.
Luego de la ceremonia los fieles regresan al pueblo y en la sede de la Asociación de Moradores y Amigos, se da cita la música y la alegría del carnaval.