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8 de junio de 2014

Con el último aliento, Nadal se consagró campeón del Roland Garros

Pese a sus problemas físicos, el español ganó a Djokovic por 3-6, 7-5, 6-2 y 6-4, y coronó así, en un duelo colosal, su noveno título en este torneo.
Sobre polvo de ladrillo no hay quien le haga frente. Sobre todo, cuando esa arcilla es la de Roland Garros, donde Rafael Nadal es amo y señor.

El español volvió a gritar campeón en el Abierto de Francia, luego de derrotar por 3-6, 7-5, 6-2 y 6-4 al serbio Novak Djokovic en una final llena de emociones y muy intensa, que terminó con los dos llorando como chicos.

El serbio, emocionado por el cariño de la gente que lo despidió con una gran ovación y con la bronca de haber dejado pasar la chance de sumar su primer título en París.

El mallorquín, feliz por haber sumado su novena corona en el Grand Slam francés (la quinta consecutiva) y haber conservado el número uno del mundo.

Arrancaron el partido muy concentrados, midiéndose desde el fondo de la cancha y cuidándose de no cometer errores. El serbio intentando acortar los puntos, con un juego veloz y muy sólido con el servicio. Y el español bien plantado en el fondo, tratando de lastimar con pelotas pesadas.

Así, el partido se hizo muy intenso y parejo. Con el correr de los games, Djokovic se fue soltando y empezó a dominar los rallies largos y a marcar el ritmo. En el octavo juego, un par de errores de Nadal le permitieron concretar un quiebre y luego cerrar el parcial.
 El juego siguió muy nivelado en el segundo parcial. Djokovic, cada vez más seguro con su servicio y con su revés, exigió al máximo a su rival. El serbio parecía más cómodo y forzaba al mallorquín a un gran desgaste físico.
 Sin embargo, fue Nadal quien golpeó primero en el set. Aceleró la zurda, buscó las líneas y consiguió un quiebre en el sexto game para ponerse 4-2. Pero Nole devolvió gentilezas inmediatamente y volvió a emparejar el marcador. A esa altura, los dos estaban jugando en un altísimo nivel y disputaron un par de puntos que obligaron al público a levantarse de sus asientos para aplaudir. Parecía que el set se definiría en el tie break, pero en el 12º juego, Nadal devolvió un saque con un drive paralelo imparable, que le dio dos set points. No dudó y se llevó el set.
 Necesitaba ese parcial el español, por eso no sorprendió cuando se fue al vestuario -un descanso para ir al baño, al igual que su rival- todavía gritando y agitando los brazos, en medio la ovación del público.
 Lleno de confianza, salió con todo a disputar el tercero y se hizo amo y señor del juego. Dominó cómodamente a un Djokovic que comenzaba a dar signos de cansancio y a sufrir el calor (otra vez mucho sol y cerca de 30º de temperatura).
 Un quiebre tempranero le permitió a Rafa adelantarse 3-0. Con la desventaja en el marcador y nada que perder, el serbio fue a buscar la recuperación. Lo tuvo en el quinto game con un break point desperdiciado.
 Y otra vez en el séptimo, pero cometió un par de errores, descargó la bronca con la raqueta y se ganó el silbido de la gente. Rafa no aflojó y se llevó ese parcial. Y mientras él festejaba, el tío Tony aplaudía y la gente deliraba en las tribunas.
 Aunque nada parecía desanimar a Djokovic. Ni siquiera las molestias estomacales que lo hicieron vomitar en plena cancha, antes del arranque del cuarto. El serbio resistía. El problema era que enfrente tenía a un Nadal imparable, que jugaba a su antojo y que se puso en ventaja rápidamente en el último set (4-2). Nole, errático y cansado, pero con mucha voluntad, recuperó el break y achicó la distancia (5-4), mientras la gente, que no quería que el partido se terminara.
 Pero el envión no le alcanzó. Nadal sumó otro quiebre y se tiró de rodillas al suelo para comenzar a festejar. Tenía razones para hacerlo. Conservó el primer lugar del ranking y sumó su 14º Grand Slam, para igualar a Pete Sampras y quedar a 3 del record del suizo Roger Federer.
 Además, consiguió su 45º título en polvo de ladrillo (a uno de Guillermo Vilas, el más ganador de la historia) y el 64º de su carrera. Y, como si eso fuera poco, volvió a levantar la Copa de los Mosqueteros y a demostrar que sobre polvo y en París, no hay quien le haga frente.
Fuente:Clarín